jueves, 27 de junio de 2013

A veces las cosas pasan sin esperarlas. Como si fuera un guión que cambian en el último momento y tú tienes que ceñirte a él. Pasa que te piensas que todo va sobre ruedas y de repente una descarrila. O que tu respiración era normal y de repente se entrecortan tus expiraciones.
Y tienes que acostumbrarte, amoldarte al nuevo guión e improvisar tus acciones.
Todo lo que tenías planeado, ya no podrá ser.
Y experimentas, y lo intentas, y te caes, y levantas. Y así una y otra vez. Hasta que encuentras la manera de entender el guión y no perderte entre letras que bailan delante de tus ojos.
A veces las cosas pasan sin esperarlas, unas para bien, otras para mal. La historia se repite. Te acostumbras, y la vives. Te enamoras, encuentras a esa persona que hace tus días más felices, más fáciles, más bonitos. Pierdes a una persona, y tus días se tornan en un negro que incluso asusta. Y así con todo, cada sensación sabe a nuevo y cada momento parece distinto a los demás.
Y así es la vida, una sucesión de improvisaciones que te llevan al desenlace de una historia que gira argumentalmente cada vez que abres los ojos.